París, la emblemática Ciudad de la Luz, vuelve a ser el epicentro del mundo, esta vez como sede de los Juegos Paralímpicos. En un despliegue de inclusión, resiliencia y espíritu deportivo, la capital francesa abre sus puertas a atletas de todo el planeta. Entre ellos destaca Amalia Pérez, una deportista mexicana para quien la verdadera fuerza no reside solo en los músculos, sino en el alma. Donde otros ven límites, ella encuentra oportunidades. Con 51 años, va por su séptima medalla paralímpica y su quinta presea dorada.
Originaria de la Ciudad de México (CDMX), Amalia padece artrogriposis múltiple de nacimiento, un síndrome que afecta a uno de cada 3,000 niños y produce contracturas en las extremidades. Su madre tuvo un accidente cuando estaba embarazada, lo que provocó tener un parto prematuro a los seis meses. Sus primeros cinco años estuvo en rehabilitación en el Seguro Social, posteriormente se integró a una escuela para personas con discapacidad motora.
Desde niña mostró un interés inusual por las disciplinas de fuerza y agilidad. Comenzó a practicar deportes a los seis años, cuando se volcó a natación como parte de su proceso de rehabilitación, luego aparecieron el atletismo, baloncesto, tiro con arco y tenis de mesa. Sin embargo, la primera vez que levantó una pesa lo hizo con una determinación que dejó boquiabiertos a sus entrenadores.
“Antes de practicar powerlifting, nadé y jugué basquetbol. Mi mayor interés era ser algún día protagonista de mi deporte. Ningún humano debe bloquearse por los prejuicios”, dice en entrevista con Newsweek en español.
“UNA BECA DE 500 PESOS ERA LO MÁS QUE NOS ASPIRABAN A DAR”
Durante unos Juegos Nacionales de Silla de Ruedas le sugirieron que se animara a participar en el levantamiento de pesas. Aunque era nueva en el deporte, su fuerza era natural, pero lo que más impresionaba era su disciplina. Día y noche Amalia entrenaba con una dedicación feroz, levantando cada vez más peso, empujando los límites de lo que su cuerpo podía soportar.
“Tenía 13 años cuando conocí el deporte paralímpico y ya cuando me dediqué de lleno al powerlifting tenía 18 años”, refiere la mujer desde una videollamada previo a los Juegos Paralímpicos de París. Su trayectoria en este deporte comenzó en 1991 en los Juegos Nacionales de Guadalajara, Jalisco. En 1998 y con 25 años, la haltera femenina obtuvo su primer título en la categoría de 52 kilos del Mundial de Dubái. Más tarde se volvió a coronar campeona del mundo en diferentes categorías: en Busan 2006, CDMX 2017 y Tiflis 2021.
Amalia es todo un emblema para el deporte mexicano y los honores la avalan; de sus seis medallas paralímpicas, cuatro son de oro (Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020) y dos de plata (Sídney 2000 y Atenas 2004).
—¿Qué desafíos has enfrentado a lo largo de tu carrera deportiva y como una atleta paralímpica? —preguntamos.
—Muchos. En el país no hay cultura tan específica para paralímpicos. En mis inicios desafortunadamente no era bien remunerado nuestro deporte; una beca de 500 pesos era lo más que nos aspiraban a dar y así fue creciendo el monto conforme fuimos participando. No teníamos entrenadores con la especificidad de esta disciplina ni gimnasios adaptados, mucho menos un equipo multidisciplinario como es un psicólogo, un nutriólogo y fisioterapeuta.
“Definitivamente sí fue ir picando piedra, buscando las alternativas, pero todo esto sumó para un mejor nivel competitivo dentro de mi disciplina”, agrega. Amalia comenzó a recibir estos apoyos por parte de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) en 1993, luego de su primer campeonato internacional en Oklahoma, Estados Unidos.
—¿Cómo costeabas tus traslados, entrenamiento y alimentación con una beca limitada?
—Mis padres y hermanos terminaban pagando los gastos de alimentación y los complementos que necesitaba. Hoy sé que la familia es tu mayor patrocinador, motor e inspiración; fueron mi base para poder llegar a la máxima justa deportiva.
EMBARAZADA Y EN COMPETENCIA
De todos los paralímpicos en donde su presencia es notoria, Amalia lleva con orgullo su desempeño en Atenas 2004, sobre todo porque acababa de ser madre de Melissa, quien hoy tiene 20 años y estudia ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional. “Entrené hasta los ocho meses de embarazo, me alivié y seguí compitiendo para demostrar que mi deporte es de alto rendimiento y mucho esfuerzo”.
—Ahora, ¿de cuánto es el apoyo que les está dando actualmente la Conade a ustedes como atletas paralímpicos?
—Va dependiendo de los resultados que tengas y por eso muchos compañeros desertan del deporte; a veces alcanzas a rascar un quito o sexto lugar solamente. Con una medalla de oro nos proporcionan 50,000 pesos aproximadamente, pero si tú no refrendas esa presea en los campeonatos mundiales y te sales del medallero, te bajan esa beca. No es un monto que tengas eternamente.
“Por ejemplo, un monto de un atleta que aspira a una competencia internacional, pero no tiene resultados, suma una beca mensual de 6,000 pesos. En mi caso, ahorita tengo una beca arriba de 30,000 pesos mensuales”, añade para el medio.
AMALIA PÉREZ EN LOS PARALÍMPICOS DE PARÍS 2024
Amalia es una de las tres levantadoras de pesas, junto con la egipcia Fatma Omar y la nigeriana Lucy Ejike. Las tres alcanzaron su sexta medalla en los Juegos de Tokio 2020.
La pesista enfrentó una lesión en el hombro derecho en 2023, lo que la obligó a esforzarse intensamente durante la última temporada para recuperar su ritmo y el nivel de exigencia en su categoría. Su objetivo es claro: volver a luchar por un lugar en el podio de París. Amalia Pérez competirá el viernes 6 de septiembre en La Chappelle Arena.
“Compito cinco días a la semana, de dos a tres horas por día (…) Me siento con mucha satisfacción de saber que soy parte de la selección que va a París 2024”, concluye la atleta que hoy también estudia la Licenciatura de deporte y alto rendimiento. N
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